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1747. La epopeya del Glorioso.

En el centro el Glorioso (der.) cañoneando al Russell durante su último combate. Al fondo el King George desarbolado y el Darmouth hundido por el navío español.
Construido por Pedro Acosta en los astilleros de La Habana y puesto en servicio en el otoño de 1740 , el ‘Glorioso’ fue un navío de dos puentes y 70 cañones que en el verano de 1747 recibió órdenes de zarpar desde la Habana transportando cuatro millones de pesos en monedas de plata.
Parte a finales de junio, al mando del cordobés don Pedro Mesía de la Cerda, siendo su segundo el capitán de fragata don José de Rojas Recaño, navegando sin novedades hasta el archipiélago de Las Azores, en cuyas inmediaciones acechan efectivos ingleses protegidos por tres buques de guerra. El ‘Glorioso’ es avistado, saliendo a su rumbo la fragata ‘Lark’ y el navío ‘Warwick’. La ligera fragata entabla combate a la espera del navío de 60 cañones, siendo desmantelada a las primeras de cambio por los certeros artilleros españoles, naufragando posteriormente. A continuación se establece combate con el ‘Warwick’, que tras hora y media es seriamente dañado y neutralizado, pudiendo el ‘Glorioso’, con daños menores, proseguir navegación intentando ganar la costa española cuanto antes para poner a salvo su carga.
El 14 de agosto, a la vista de cabo Finisterre, nuestros protagonistas se topan inesperadamente con el navío ‘HMS Oxford’, de 60 cañones, la fragata ‘Shoreham’ y la corbeta ‘Falcon’, de la escuadra del almirante Byng. El ‘Glorioso’ combate intensamente con sus tres oponentes durante más de tres horas, al cabo de las cuales se retira el ‘HMS Oxford’. A pesar del castigo recibido por los dos buques restantes, de la Cerda fuerza el paso y consigue ganar el puerto de Corcubión con serios daños a popa, cinco muertos y 44 heridos, poniendo a salvo su carga el 16 de agosto.
De la Cerda decide entonces arrumbar hacia Ferrol para reparar el navío en sus astilleros, pero debido a los vientos contrarios y la mala mar, y con la inconveniencia de navegar contracorriente en un barco destartalado, el capitán opta por dar la vuelta y dirigirse a Cádiz a prudente distancia de la costas lusas.
Navegan hasta cabo San Vicente, donde se avista una escuadrilla de cuatro fragatas al mando del comodoro George Walker, que inmediatamente sale en su persecución. Alcanzado por el ‘King George’, su comandante duda sobre la nacionalidad del buque (español o luso) temiendo atacar un buque aliado al no distinguir correctamente el pabellón de los españoles. Estos mantienen la sangre fría, y sólo cuando el inglés, a tiro de fusil, pide al buque su identificación, el Glorioso rompe el fuego barriendo durante tres horas a la desdichada fragata hasta que llega en su auxilio el ‘Prince Frederick’. El ‘Glorioso’ mantiene a raya a ambos buques, hasta que al avistar la llegada del ‘Duke’ y el ‘Princess Amelie’, se opta por una honrosa y veloz retirada.
No obstante, la ‘Prince Frederick’ alcanza de nuevo a nuestro protagonista, aunque se la mantiene a raya hasta que se suma a la refriega el navío británico ‘Darmouth’, de 50 cañones. El destartalado ‘Glorioso’ concentra el fuego sobre el navío, acertando en la santabárbara y mandándolo al fondo en el acto.
Sin dar tregua, aparece en liza el formidable ‘Russell’, de tres puentes y 80 cañones. Este navío, junto a las fragatas de Walker, sometieron a doce horas de fuego al ‘Glorioso’, que en ningún momento dejó de presentar batalla. Milagrosamente a flote, don Pedro Mesía de la Cerda conviene en arriar su bandera tras agotar las municiones y con graves destrozos, arrojando un saldo de 33 muertos y 130 heridos. Remolcado a Lisboa, los daños revelaron ser tan graves que el ‘Glorioso’tuvo que ser desguazado.
Don Pedro Mesía de la Cerda fue ascendido a jefe de escuadra, llegando a ser general de la Armada y virrey de Nueva Granada, además de marqués de Armijo tras la muerte de su padre.

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