Tras las hazañas protagonizadas por los Almirantes Ambrosio Bocanegra y Fernando Sanchez de Tovar, posteriormente, en el año 1405, un almirante español con patente de corso, Don Pero Niño, quema y saquea Saint Ives, Portland, Poole y la importante ciudad de Southampton, en la costa inglesa, ampliando sus victorias del Mediterráneo al Atlántico. Posteriormente, en una nueva campaña derrota a un ejército inglés en la isla de Jersey con sus mil corsarios. Años más tarde, la Liga Hanseática, una agrupación comercial de ciudades germanas muy poderosa e influyente, es derrotada por los castellanos en 1419, confirmando la supremacía española en esas aguas.
Pero ¿Quien fue Pero (Pedro) Niño? Se trata de uno de los héroes marineros más desconocidos en España, a pesar de la fama y renombre que alcanzó en su tiempo, y de las fuentes que nos han llegado, entre ellas la obra "El Victorial" , una crónica redactada por su alférez Gutierre Díez de Games, cuyo original conserva la Biblioteca Nacional de Madrid, en la que se recoge una abundante información biográfica del mítico don Pero Niño, Conde de Buelna.
Pero Niño, I señor de Cigales y de Valverde, I conde de Buelna, nace en el año 1378 en Valladolid o sus alrededores, en una noble familia, los Laso de la Vega, siendo Juan I el monarca de Castilla . Al año siguiente, el 4 de octubre de 1379 nacía en Burgos el futuro Enrique III, y como era costumbre se le proporcionó una nodriza (que había de ser de estirpe señorial) para los tres años siguientes. La elegida fue Inés Lasso, madre de Pero. De este modo Juan Niño, padre de nuestro protagonista, recibe del rey la villa de Cigales (infantado de Valladolid) y las de Berzosa y Fuente Bureba (en la Merindad burgalesa de La Bureba) por los servicios prestados junto a su esposa Inés Lasa en la crianza de su hijo el príncipe, que después reinaría como Enrique III. Por esta circunstancia, Pedro Niño recibiría una educación cortesana al crecer junto al príncipe Enrique, que se completaría en su adolescencia bajo la tutela de Ruy López Dávalos, condestable de Castilla. De su padre heredaría Pedro Niño las tres villas citadas y de su madre el valle santanderino de Buelna, donde recibiría vasallaje de hasta ocho localidades del mismo.
Al poco de ser coronado (2 de agosto de 1393) el joven Rey Enrique III tuvo que sofocar revueltas nobiliarias en su contra. En varias de estas acciones hizo sus primeras armas Pero Niño poniéndose al servicio del rey para reprimir, mediante las armas, estos alzamientos contra la corona.
Hacia 1399 Pero Niño contrajo matrimonio con doña Constanza de Guevara, dama de la alta nobleza castellana y hermana de la esposa del condestable, muriendo cuatro o cinco años después del casamiento. La pareja tuvo un hijo llamado Pedro, que vivió hasta los veintisiete años.
En torno a 1401 entró al servicio de Niño Gutierre Díez de Games, quien contaba con una edad similar a la suya, y que le acompañaría en sus posteriores empresas y sería su biógrafo.
El Mediterráneo
Por aquellos años Castilla gozaba de un auge de sus intercambios comerciales. Sin embargo éstos eran amenazados por un creciente corso. Y en el Mediterráneo occidental era especialmente preocupante el que ejercían sobre ella los propios cristianos. Y de entre éstos, los propios corsarios castellanos, que actuaban en connivencia con la Corona de Aragón, el Papado de Aviñón, y lo que era peor, con ciertos nobles castellanos. Por ello Enrique III encomendó secretamente la tarea de atajar este problema a un hombre de su máxima confianza. Éste era Pero Niño, cuya labor debía ser la de una suerte de "policía naval" entre cristianos. No obstante, en un principio su misión por el Mediterráneo terminó derivando en corso cristiano contra musulmanes.
Niño contaba para sus empresas con dos veteranos marinos: el sevillano Juan Bueno y el genovés Nicoloso Bonel. En Sevilla se armaron dos galeras y una nao de vela auxiliar, a las que se dotó de una cualificada tripulación de marineros y ballesteros. Al frente de la nao iba Pero Sánchez de Laredo dirigiendo a su propios hombres, y al mando de las galeras Pero Niño como capitán, acompañado por su primo hermano Fernando Niño y hasta treinta hombres de armas.
La primera expedición zarpó a principios de mayo de 1404 y se dirigió hacia Gibraltar, perteneciente al Reino de Granada, que en aquel momento disfrutaba de un tregua con Castilla. Aquí la expedición se dividió en dos: la nao navegó a su aire y las galeras avanzaron paralelamente a la costa peninsular con destino a Cartagena, donde se estableció una base de operaciones. Pero el primer objetivo no serían los corsarios cristianos, como estaba previsto, sino las costas de Berbería. Tras zarpar y navegar varios días rumbo a Orán sin novedad, la expedición, necesitada de víveres y agua potable, realizó una incursión en Alcoçévar . Retomado el rumbo de nuevo, y tras varias jornadas sin avistar naves musulmanas, se tomó la decisión de arrumbar a Cartagena.
En junio Pero Niño tuvo de noticias de la existencia de un corsario castellano llamado Juan de Castrillo que efectuaba sus depredaciones junto al mallorquín Arnau Aymar, y salió en busca de ambos desde Cartagena con rumbo nordeste. Cuando se enteró de que se hallaban en las aguas de Marsella se dirigió allá.
A pesar de que el objetivo de Niño se encontraba alertado de la expedición en su contra, no consiguieron salir a mar abierto para escapar, y tras diversas tretas por parte de Aymar y Castrillo al verse sorprendidos, Niño, obviando su inferioridad frente a los defensores de Marsella, se apresta al combate.
Pero cuando el choque es inminente, la autoridad de Marsella, mediante un enviado,
solicita la presencia de Pero Niño para dialogar. Cuando este se percata de que su interlocutor es el mismísimo Pedro Martínez de Luna, Papa de Aviñón reconocido como Benedicto XIII por Aragón, Castilla y Francia, rápidamente comprende que su objetivo se encuentra protejido y amparado por el pontífice, y tejiendo toda una serie de excusas y disculpas, consigue evitar el incidente diplomático.
solicita la presencia de Pero Niño para dialogar. Cuando este se percata de que su interlocutor es el mismísimo Pedro Martínez de Luna, Papa de Aviñón reconocido como Benedicto XIII por Aragón, Castilla y Francia, rápidamente comprende que su objetivo se encuentra protejido y amparado por el pontífice, y tejiendo toda una serie de excusas y disculpas, consigue evitar el incidente diplomático.
La expedición pasa unos días en Marsella invitados por el Pontífice, pero protagonista no pierde de vista su objetivo, y tras la huída de Castrillo y Aymar aprovechando el deteriorado estado de salud de Niño, este ordena a su flota partir inmediatamente tras ellos.
Este nuevo periplo tras los fugitivos les llevó a la isla de Capraia. Reanudaron la marcha hacia el sur por el Tirreno, entre Córcega y el Archipiélago Toscano. Cruzaron luego el estrecho de Bonifacio hacia el oeste, y cabotando por aguas de Cerdeña arribaron a Alguer. La villa estaba bajo el control de la Corona de Aragón, que por entonces se enfrentaba a la sublevación sarda de la familia de los Jueces de Arborea. Estaban allí fondeadas las naves de otros corsarios castellanos: el veterano Nicolás Jiménez de Cádiz y su hermano Juan, junto al vasco Juan de Loda. A pesar de la disposición de Niño para atacarles, los consejos de Bueno y Bonel y la petición del capitán aragonés de la plaza le convenció de deponer su actitud beligerante. Al parecer los corsarios le facilitaban al aragonés provisiones que necesitaban e incluso les defendían, y Bueno y Bonel no las tenían todas consigo debido a la inferioridad de los castellanos y lo bien defendido que se encontraba el puerto. No todo fue improductivo, pues los castellanos fueron informados por los aragoneses de la presencia en Orestán (Oristán) de una nave robada por corsarios a comerciantes sevillanos, así que en cuanto embarcaron aproaron hacia el lugar en cuestión.
El sardo-catalán Joan Olzina, condujo la nave secuestrada a Caller (Cagliari). El gobernador aragonés de la plaza, Hug de Rosanes, lo consideró una presa válida debido a que anteriormente los sevillanos habían capturado una barca de Caller cerca del cabo de Pula, y se convirtió entonces en nave corsaria de Olzina. Pero el día 13 de junio, cuando Pero Niño llegó a Orestán, tenía un uso distinto. En esta ciudad, en poder de los rebeldes sardos, se habían reunido los representantes de éstos con los de la Corona de Aragón para negociar la paz. Y el acuerdo debía concluirse en Valencia ante la presencia del rey Martín el Humano. A Olzina le habían encomendado realizar el traslado de todos los congregados con su nueva embarcación.
Nuestro pobre Pero Niño, intentando llevar a cabo la misión encomendada por el monarca de la manera más diligente posible, se dirigía irremisiblemente hacia un nuevo incidente diplomático. En este contexto, y sin más información que la que recibiera en Alguer, Niño entró en el puerto y abordó la nave antes de que zarpara. Fue desvalijada por la marinería, que se apoderó de los equipajes de los representantes y de una carga de trigo, cueros y quesos que habían fletado los mercaderes locales. Para agravar más la situación, nuestro protagonista se negó a negociar con los diplomáticos un rescate por sus pertenencias, entre las que estaban los documentos que debían presentar ante el monarca, y envió la presa a Cartagena con algunos hombres. El suceso sirvió de excusa a Brancaleone Doria para romper las negociaciones con Aragón.
Decepcionado por sus hasta entonces problemáticas e improductivas acciones contra el corso cristiano, Pero Niño volvio otra vez a poner la vista en Berbería. Como le habían comentado en Orestán que el rey de Túnez armaba navíos corsarios, puso rumbo hacia las aguas del golfo del mismo nombre. Llegaron a Gemolín (Zembretta), al noroeste del cabo Bon, desembarcaron para acechar a las naves de la zona sin conseguir avistar ninguna. En una de las incursiones hacia el interior de la bahía, y tras apoderarse de una galera, supieron que más al interior fondeaba la galeaza del rey de Túnez. Ni cortos ni perezosos, pusieron rumbo a su presa confiando en el factor sorpresa.
Sin embargo, su objetivo había sido alertado por el ruido del combate al asaltar la galera anteriormente mencionada, y la galeaza levo anclas buscando un refugio seguro. Se inició entonces una frenética persecución, en la que la nave tunecina entró "por la canal de un río que salía de la tierra" (el canal de La Goleta). Le siguieron las galeras castellanas de una en una (dada la estrechez del paso), al mando de Pero Niño y su primo Fernando respectivamente. La de vanguardia se acercó a su presa hasta embestirla por popa, momento en que el mismo Niño saltó a ella armado de espada y adarga. El rebote alejó a la galera perseguidora e impidió a los hombres acompañar a su capitán en la pelea. No obstante éste pudo defenderse hasta que en un nuevo alcance, ya con las primeras luces de la mañana, pasaron los atacantes a la galeaza para rendirla finalmente. Sin embargo, al haber encallado no pudieron llevársela, y como la venida de numerosos defensores desde tierra (10.000 según Díez ) ponía en peligro a toda la expedición, Niño ordenó abandonarla, no sin antes saquearla, transbordar a los prisioneros y prenderle fuego.
El escape se complicó momentáneamente al estar igualmente embarrancada la primera galera castellana, pero se solventó mediante su remolque hacia fuera por la de Fernando Niño. Tras incendiar (previo saqueo) también su primera presa los castellanos se retiraron a una posición alejada y segura en la que detenerse y reposar. El botín obtenido en esta incursión era básicamente material militar, al ser las dos embarcaciones abordadas de esta naturaleza, además de los enemigos capturados que serían vendidos como esclavos.
Después de levar anclas Pero Niño prosiguió la navegación bordeando la costa norteafricana hacia el oeste y pasando frente a Bona (Annaba) y Bugía. Pero transcurridas varias jornadas sin divisar ningún navío berberisco resolvió regresar a Cartagena (julio de 1404), donde repartió el botín entre los hombres, envió los esclavos al rey, se repararon las naves y se curó a los heridos. En el puerto se reunieron nuevamente con Sánchez de Laredo, quien por su parte había hecho dos presas: un cárabo musulmán con valiosas mercancías y un barcón cántabro fletado desde Sevilla por mercaderes barceloneses con destino a la ciudad condal.
Tras reponer material y víveres, y a pesar de estar herido en un pie, partió de nuevo Niño hacia Berbería, añadiendo al par de barcos una galeota del puerto y otra aragonesa contratada.
De camino hacia Orán la flotilla abordó al leño del mallorquín Joan Ripoll, fondeando posteriormente junto a las islas Habibas, donde tampoco hallan naves enemigas, por lo cual se decide atacar objetivos tierra adentro. Tras el infructuoso intento de asaltar un aduar (aldea de tiendas o cabañas) llamado Arceo el Nuevo en plena noche, tienen conocimiento de que a escasa distancia se encontraba el jeque Muley ben Agí con un importante contingente de tropas.
Los castellanos, a pesar de la desigual cantidad de tropa se animan a atacar el campamento aprovechando una ausencia de Muley ben Agí y con parte de sus tropas. Tras luchar con los beduinos locales llegaron hasta el ansiado campamento, de cuyo saqueo obtuvieron un enorme botín de alimentos y artículos de lujo. Tras el saqueo y posterior incendio se inicia la retirada, que a pesar de realizarse ordenadamente no esta exenta de escaramuzas debido al hostigamiento de las tropas de Ben Agí, lo que fuerza a los castellanos a defender su posición en la playa hasta conseguir embarcar en sus navíos
Siguieron la navegación por el litoral con pequeños saqueos y cañoneo de poblaciones, sufriendo grandes dificultades para repostar víveres y agua potable debido al hostigamiento de las poblaciones locales, por lo que finalmente se decide seguir el consejo de "fazer la vía de España" dado por Juan Bueno, arribando la flotilla de esta manera sin mayor novedad en Cartagena gracias a los vientos favorables.
Pero niño recibió entonces la orden de Rey de dejar las galeras en Sevilla y regresar a la Corte. Repartió el botín entre la tripulación, exceptuando la parte del rey, que viajaría hasta Sevilla, y tras unos días de descanso puso rumbo a dicha ciudad. Al poco de zarpar sorprende a una galeota catalana robando unas ovejas en tierra, y tras apresarla la conduce a puerto. Allá, los castellanos extorsionan a su patrón, Pere Narbona, obligándole a pagar una multa excesiva e incautándose de la carga con la excusa de que procedía de Berbería. La navegación hacia su destino de Niño se complicó a causa de un temporal que obligó a las galeras a resguardarse en Cádiz, donde tuvieron que esperar un mes hasta que amainara. No anclaron en la ciudad hispalense hasta diciembre. La misión, pues, había durado unos siete meses en total.
Niño, quien venía padeciendo desde Túnez el dolor de la herida allí recibida en un pie, fue examinado por los mejores cirujanos sevillanos, quienes recomendaron la amputación del miembro. El capitán castellano se negó a ello en redondo:
Si la ora es llegada en que yo devo morir, sea fecho en mí lo que a Dios plaze. Ca el cavallero, mejor le es morir con todos sus miembros juntos, segund Dios se los dio, que non bivir lastimado e menguado, e verse e non ser para bien ninguno..
Como alternativa, sugirieron los médicos cauterizar la herida con un hierro candente, cosa que según el cronista Games hizo el mismo Niño, atravesándose el pie dos veces con "un fierro tan grueso como fasta de viratón".
El Atlántico.
En 1405 Carlos VI de Francia pidió ayuda al rey de Castilla para enfrentarse a Enrique V de Inglaterra, que había reanudado las hostilidades entre los dos países (tras la Guerra de los Cien Años) en un enfrentamiento por la posesión del Ducado de Guyena. Enrique el Doliente accedió a prestarle apoyo militar. Además, la situación le daba la oportunidad de acometer acciones corsarias de represalia contra Inglaterra, cuyos marinos, con la aquiescencia de su rey, estaban asaltando desde hacía tres años a naves castellanas que transitaban por el Canal de la Mancha en su ruta comercial hacia Flandes.
El monarca puso a disposición de Pero Niño tres galeras de guerra que habrían de salir de
Santander, al tiempo que enviaba a Martín Ruiz de Avendaño a Bretaña, al frente de cuarenta barcos mercantes con escolta. Ambos capitanes debían luego reunirse para atacar conjuntamente.
Niño dotó a sus tres naves de una buena tripulación de marineros, galeotes, ballesteros y hombres de armas cántabros, además de pertrechos y víveres. De nuevo él mismo se puso al mando de una de ellas y su primo Fernando de otra. La tercera sería capitaneada por Gonzalo Gutiérrez de la Calleja. Desde Santander, y bordeando la costa del Golfo de Vizcaya, en cinco días la expedición llegó a La Rochela.
Hacia abril de 1405, el capitán castellano, al ver que Avendaño, con quien debía agruparse allí para partir después a Inglaterra, no acudía a su encuentro, decidió iniciar las operaciones por su cuenta. Tras reunirse con varios mandos franceses en La Rochela, acordó con éstos dirigirse hacia Burdeos, la capital de la Guyena en poder de los ingleses. La flotilla de tres galeras castellanas más dos chalupas francesas, llegó hasta las proximidades de la citada ciudad, demasiado bien guarnecida como para intentar una incursión en ella. Sin embargo, saqueó e incendió las dos riberas del estuario de la Gironda, también una posesión inglesa. Cuando los atacantes tuvieron noticia de la venida de una escuadra enemiga regresaron a La Rochela.
En La Rochela Niño conoció al francés Charles de Savoisy, consejero, primer chambelán y caballero de honor de Carlos VI, aunque en aquel momento cumplía una pena de destierro por dos años de la corte, dictada a raíz de una querella con la Universidad de París. Los dos marinos se pusieron de acuerdo para atacar juntos puertos y naves ingleses. Savoisy contaba con dos galeras bien equipadas y tripuladas. Partió la expedición hacia el Canal de la Mancha, e hizo parada en Brest. Allá se encontraba Avendaño, que sin embargo se negó en redondo a acompañarles, actitud que Niño le recriminó enérgicamente. Continuaron su camino entonces las cinco galeras, que al poco tiempo sufrieron una fuerte tempestad que las dispersó de tal modo que no pudieron reagruparse por completo hasta dos semanas más tarde, en las islas de Abrevack.
Reparados los daños zarparon de nuevo, y en día y medio alcanzaron las costas de Cornualles. Se adentraron en la ría de Chanta (seguramente Saint Erth), lugar "muy rico, ca hera todo de mercaderes e de pescadores". En tres horas trabaron combate con los defensores de la villa (de unos 300 habitantes), la saquearon por completo, la incendiaron y se llevaron dos barcos anclados en el puerto (que Niño envió a Harfleur).
Niño y Savoisy acordaron proseguir el corso en dirección este por el Canal de la Mancha. Así hicieron y se presentaron frente a Dartmouth. El castellano sugirió atacar, pero el francés se opuso. Éste sabía que la plaza estaba fuertemente custodiada (máxime teniendo en cuenta que toda la región ya estaba sobre alerta) y en ella había muerto recientemente durante una incursión el famoso caballero francés Guillaume du Châtel. Niño insistió, pero finalmente se avino a aceptar el consejo de Savoisy.
Probaron fortuna entonces con Plymouth adentrándose en su bahía, pero su eficaz defensa artillera les obligó a desistir. Su siguiente objetivo fue Isla de Pórtland, península unida a la costa de Dorset por un estrecho brazo de tierra que quedaba cubierto con la marea. Ese momento de aislamiento de Pórtland fue el elegido por los atacantes para desembarcar. Su millar de habitantes corrió a refugiarse en unas cuevas cercanas. Cuenta Díez de Games que "los franceses que heran en la compañía començaron de poner fuego a las casas; e los castellanos non lo quisieron fazer poner; antes fizieron que non se pusiese más, porque la gente de la ysla hera pobre".
Sin embargo, cuando bajó la marea, cruzaron el istmo soldados ingleses que los franceses tuvieron dificultad para contener, y Niño ordenó desembarcar de nuevo a los suyos para auxiliarles. Juntos rechazaron la ofensiva hasta que una nueva subida de las aguas hizo que los ingleses, para evitar quedar encerrados, se replegaran hacia tierra firme. El enfrentamiento se dio entonces con arcos y ballestas, hasta que al caer la noche reembarcaron los franco-castellanos. El resultado final, claramente favorable a éstos últimos, fue de aproximadamente 400 enemigos muertos o capturados, y Pórtland y otras cinco aldeas próximas saqueadas por completo e incendiadas. Las crónicas francesas de la época dan gran importancia a esta victoria sobre tropas de Inglaterra, entre las que citan a 200 arqueros en línea, una formación de combate muy potente por aquel tiempo.
Las cinco galeras prosiguieron con sus ataques a la costa, a la que acudían también para proveerse de agua, leña y carne de los ganados de la zona, y "ansí yvan siguiendo la costa, cada día quemando e robando muchas casas e panes, e avían muchas escaramuzas con la gente de aquella tierra."
En eso se hallaba ocupada la flota combinada cuando se enteró de que se encontraba cerca de Pola (Poole), el señorío del marino y corsario inglés Harry Pay (Arripay para los castellanos), notorio por sus incisivos ataques a naves y poblaciones francesas y castellanas. Con el aliciente de cobrarse venganza ante tamaño enemigo en su propio feudo, la escuadra buscó el lugar en cuestión. Se situó frente a él una mañana de finales de septiembre de 1405. Savoisy desaconsejó el desembarco por los bajíos rocosos del litoral y la potencia de la guarnición. Ante la negativa de su colega, el capitán castellano decidió realizar la operación con sus propias fuerzas. Mandó a sus hombres en botes con órdenes de quemar cuanto pudieran sin detenerse a tomar botín, y así lo hicieron, recorriendo el trecho que separaba la orilla del pueblo. Los defensores pretendieron ocupar precisamente ese tramo de tierra para obstaculizarles la retirada, por lo que tuvieron que retroceder. Niño hizo desembarcar un segundo grupo al frente de su primo Fernando, que unido al anterior derrotó a la avanzadilla inglesa y continuó con la quema de toda la aldea. Varios resistentes ingleses se atrincheraron en una casa, que tras su toma resultó ser un almacén de armas y pertrechos, de los que se apoderaron los castellanos antes de incendiarla y dar por cumplida así la misión.
La retirada se complicó por un nuevo acoso enemigo y Niño hubo de bajar a tierra con el contingente de reserva. Aun así la pelea fue muy reñida, y la llegada de refuerzos rivales puso en serio peligro a los castellanos. Especialmente dañinos eran los arqueros, cuya acción continuada acabó por cubrir el suelo de flechas. Viendo los graves apuros que pasaban sus aliados, Savoisy acudió a socorrerlos con sus hombres, haciendo huir a los ingleses y posibilitando al fin el reembarco. Harry Pay no se encontraba ese día en Poole, pero sí su hermano, quien murió durante la jornada.
Una vez a salvo, los oficiales se reunieron a deliberar qué hacer a continuación. Todos coincidieron en que, dado que ya había entrado el invierno, lo más oportuno era dar por terminada la campaña y regresar a Francia. Niño aceptó la decisión, pero dijo que antes quería ver Londres. Los marinos franceses, que consideraron lógicamente que aquella era una idea descabellada, le condujeron hasta Southampton haciéndole creer que se trataba de la capital inglesa. Seguramente ni Pero Niño ni Díez de Games descubrieron nunca el fraude. Quizá el capitán pensara en emular al Almirante Fernando Sánchez de Tovar, quien en 1380, también al mando de una armada franco-castellana (aunque en aquella ocasión de veinte galeras), remontó el Támesis hasta Gravesend, a las afueras de Londres.
Tras detenerse brevemente en la Isla de Wight y en alguna de las Islas Anglonormandas las galeras anclaron en el puerto de Harfleur. Allí estaba Martín Ruiz de Avendaño, que volvió a tener otra fuerte discusión (si bien fue la última) con Pero Niño.
En octubre los hombres de Castilla fueron a invernar al alojamiento preparado a tal efecto por sus anfitriones galos en las atarazanas de Ruan, sobre el Sena. Cerca de allí, en Xirafontayna (Sérifontaine, en Vexin), vivía el anciano caballero Renaud de Trie. Había sido chambelán de Carlos VI, miembro de su Consejo Real, Almirante de Francia y capitán de los castillos de Ruan y Saint-Malo. Ahora, ya alejado de cargos políticos, disfrutaba de un lujoso retiro dedicado a los placeres mundanos. Había oído hablar de Pero Niño y de sus andanzas, quiso conocerle y le invitó a su mansión. El capitán castellano acudió a la cita y pasó allá tres días. Díez de Games, también presente, describió la estancia en el palacio con profusión de detalles: el bosque, los jardines, los edificios, las gentes y sus diversiones y costumbres. Niño se enamoró de la joven esposa de Trie, Jeanne de Bellengues, de cuya belleza da fe Díez: "Yo vos digo que quien aquello vio [querría que] siempre durase, non querría otra gloria."
Pasadas las citadas tres jornadas, Niño viajó hacia París a reclamar ante el Consejo de regencia el dinero prometido por el rey de Francia para continuar la colaboración castellana en la guerra. Allá, tras sucesivas dilaciones de los franceses, protesta por ello enérgicamente. Con intención de apaciguarle, es agasajado por los duques de Borgoña y
Orleans, quienes le invitan a participar en justas. El castellano tuvo ocasión entonces de mostrar su gran destreza en este tipo de torneos, en los que derrotó a numerosos y notables caballeros, logrando con ello fama y admiración entre los asistentes, y que se hablara de él incluso en los ambientes cortesanos parisinos.
Orleans, quienes le invitan a participar en justas. El castellano tuvo ocasión entonces de mostrar su gran destreza en este tipo de torneos, en los que derrotó a numerosos y notables caballeros, logrando con ello fama y admiración entre los asistentes, y que se hablara de él incluso en los ambientes cortesanos parisinos.
En torno a la primavera de 1406 Niño dejó la capital para reunirse en Ruan con Bellengues, quien había enviudado. A causa del luto de ella y las obligaciones militares de él, los enamorados acordaron darse un plazo de dos años antes de compremeterse en firme.
Pero Niño y Charles de Savoisy se reunieron en verano para acometer una nueva campaña contra Inglaterra. A sus naves se sumaron tres barcones balleneros franceses, componiendo así la expedición ocho naves en total. A mediados de junio partieron de Harfleur en dirección a la costa oriental británica, pues la occidental ya estaba en alerta tras sus incursiones en ella el año anterior.
Con intención de asaltarla a la mañana siguiente, una noche se situaron frente a la villa de Orwell, pero un fuerte viento arrastró los barcos hasta el puerto de La Esclusa. Decidieron luego probar suerte con Calais, única posesión inglesa en la costa sur del Canal de la Mancha, pero la artillería de la guarnición les hizo retirarse.
Después se toparon en la mar con un convoy inglés de urcas, naos gruesas y balleneras al mando de Harry Pay, que en esos momentos estaba al pairo. En tales circunstancias, la flotilla aliada, con más capacidad de maniobra, estaba en condiciones de atacar con éxito. Por ello el capitán castellano sugirió al francés hacerlo de inmediato, pero este lo desaconsejó arguyendo que el viento podría comenzar a soplar en cualquier instante, dando así al traste con la operación. No obstante, dada la insistencia de Niño, atacaron, primero cañoneando y lanzando flechas (lo cual fue respondido por el enemigo del mismo modo) y luego tratando de incendiar una de las balleneras, acercando a ella un cópano con alquitrán. Era la galera del comandante castellano la que se encargaba de esto último, cuando empezó a rolar el viento. Entonces contraatacaron los anglosajones, ahora en clara superioridad, y las naves aliadas tuvieron que retirarse. Excepto la capitana, que había quedado atrapada entre rivales, por culpa de la obstinación de Niño en ejecutar su acción incendiaria. Finalmente fue rescatado por uno de los balleneros galos, quien mediante una hábil maniobra logró embestir al barco inglés que acosaba a la galera.
Los franco-castellanos atracaron en Crotoy para reponer agua y víveres, pero el mal tiempo les impidió zarpar de nuevo durante un mes. Savoisy se quedó sin dinero para pagar a su tripulación, por lo que tuvo que despedirse de Pero Niño. Este sí pudo seguir contando, sin embargo, con los tres balleneros, que no iban a sueldo sino a ganancia. Partieron finalmente las cinco embarcaciones, quienes, cerca del cabo de Caux se encontraron con una escuadra de seis balleneras normandas bien armadas, dirigidas por los hermanos Libuxieres. Como estos navegaban también dedicados al corso contra los ingleses, acordaron con Niño unir sus fuerzas para ir contra ellos.
Los normandos propusieron a Niño atacar la isla de Jersey, reclutando para ello hombres en la Bretaña, que embarcarían en unos 120 barcos de vela salineros que se encontraban por entonces en Batz. Atraída por el prestigio que había adquirido Niño el año anterior, la gente de armas de la región acudió a la llamada. Entre ella sobresalía el caballero Héctor de Pontbriand.
Desembarcaron en la isla 2.000 atacantes (la mitad de ellos caballería), que se enfrentarían a 3.000 infantes y 200 jinetes. El primer embate fue de los ingleses, que lanzaron a su caballería ligera, la cual se topó con los ballesteros e infantes que Niño había dispuesto parapetados tras unos paveses. Aquellos se retiraron entonces, y los segundos les persiguieron, aunque desordenadamente. A continuación atacó la caballería pesada anglosajona, que chocó contra la formación acorazada central franco-castellana. Después se dio un intenso combate cuerpo a cuerpo, que amenazaba con concluir con un elevado número de bajas y sin un resultado satisfactorio para los invasores. Por ello Niño, junto a 50 hombres destacados, derrocó al pelotón del portaestandarte inglés, dejando así sin guía al contingente enemigo, que, desmoralizado, huyó.
Pero Niño planteó a los oficiales la posibilidad de apoderarse de la isla, y estos lo consideraron inviable, pues pasaba por conquistar los cinco castillos fuertemente custodiados que había en ella, labor para la que no contaban con suficientes medios. A esto se añadía la proximidad de la armada inglesa, fondeada en Plymouth. Objetivo más fácil era tomar la villa mayor, pero los lugareños salieron al paso de la tropa y suplicaron reiteradamente clemencia al comandante castellano. Al final, este les impuso un pago de "diez mil coronas para repartir a la gente darmas" y un tributo anual (esto último más bien simbólico, dada la dificultad de su cobro), y abandonó Jersey con destino a Brest. Allá pagó a los hombres, de sobra satisfechos teniendo en cuenta el botín (ganado, bienes personales, armas, rehenes, etc.) saqueado por su cuenta en la isla.
El regreso a Castilla
Reclamado Pero Niño desde Castilla, tras una accidentada singladura a causa de los temporales regresa de Francia desembarcando en Santander. Pasa una temporada en Valladolid y se traslada a la corte de Madrid donde es recibido como un héroe, siendo armado caballero por el rey Juan II.
En 1407 Niño participó en la campaña bélica que el regente Fernando de Antequera
efectuó contra Granada. Se señaló en los combates de Setenil y Ronda, como recoge la Crónica de Juan II. El cumplimiento de estos deberes militares le obligó a romper su relación con Jeanne de Bellengues.
efectuó contra Granada. Se señaló en los combates de Setenil y Ronda, como recoge la Crónica de Juan II. El cumplimiento de estos deberes militares le obligó a romper su relación con Jeanne de Bellengues.
Hacia 1412 contrae de nuevo matrimonio, en la iglesia de Cigales, con Isabel Brites de Borgoña, hija de Juan de Portugal, exilado en Castilla, y de Constanza de Castilla, rica heredera con grandes propiedades en Extremadura.
Este matrimonio no contó con la aprobación del infante Fernando de Antequera, futuro rey de Aragón y regente de Castilla en ese momento, que trató de impedirlo para casarla con su tercer hijo, el infante don Enrique. Al enterarse del enlace, dio orden de que Isabel fuera recluida en el castillo de Urueña y sus bienes confiscados, mientras Pedro Niño pudo refugiarse en Bayona de Gascuña.
Tres años más tarde llega a una reconciliación con Fernando de Antequera, entregando a cambio del perdón los señoríos que eran dominios de su esposa, recibiendo del regente como compensación la villas extremeñas de Talaván y Valverde de la Vera, títulos que unieron a las heredades del valle de Buelna, así como el permiso para regresar a Castilla y vivir junto a su esposa, con la que tendría tres hijas: María, Inés y Leonor.
A partir de entonces mantiene una gran fidelidad al infante, que perduró hasta que murió siendo Fernando I de Aragón.
En 1419 es derrotada por los castellanos la Liga Hanseática, una agrupación comercial de ciudades germanas muy poderosa e influyente confirmando la supremacía española en esas aguas, que no desaparecería hasta muchos años después, con las revueltas provocadas por la reforma protestante. Esta supremacía fue lograda en gran parte gracias a las hazañas de Ambrosio Bocanegra, Fernando Sanchez de Tovar y Pero Niño. Los barcos españoles surcarían esas aguas dueños y señores de las mismas.
Por último, Don Pero Niño, a las órdenes de Álvaro de Luna, Condestable de Castilla, participa en la campaña que contra el reino granadino emprende en 1431, y donde conseguirá definitivamente el ansiado titulo de Conde de Buelna, un valle que es en la merindad de Asturias de Santillana, el 30 de Mayo de 1431.
Con estos hechos, don Pedro Niño une a su biografía heroica en el mar frente a los ingleses una faceta de intrigante político cortesano que le permitiría su ascenso social al reducido círculo de la aristocracia castellana. Sin duda a todo ello contribuía su talante y el éxito personal del que hizo gala en diversas ocasiones, como el ocurrido en Valladolid con motivo de la llegada de la reina de Navarra, tía del infante don Fernando, cuando Pedro Niño participa en unas justas celebradas en la calle de la Cascajera en las que de nuevo se distinguió por su brío y pujanza.
Al enviudar de Beatriz contrae nuevo matrimonio con Juana de Estúñiga con la intención de tener un heredero varón, pero muere en Cigales en febrero de 1453. Según su deseo, fue enterrado en el coro de la iglesia de Santiago de este municipio.
Su nombre pasó a la leyenda castellana por sus míticas victorias navales, por su valor y también, porqué no, por sus intrigas cortesanas.
De Don Pero Niño nos queda en recuerdo una céntrica vía de Valladolid, que desde la calle de San Lorenzo baja hasta el Paseo de Isabel la Católica, y, enclavada en una altiplanicie de San Felices de Buelna, dominando majestuosamente todo el valle, la Torre de Pero Niño, que se muestra como uno de los más destacados vestigios históricos de la región, recordando el glorioso pasado que hicieron realidad las gestas de intrépidos personajes, como el que fuera su morador y que los historiadores han llamado el mejor almirante de la Edad Media.
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